«Todo va a mejorar»: La extraña distopía de Almudena Grandes

Debatí mucho antes de decidirme a escribir esta reseña. Teniendo en cuenta su todavía reciente fallecimiento y los numerosos homenajes que se le continúan dispensando, es casi un sacrilegio decir algo negativo sobre Almudena Grandes. Aclararé, sin embargo ―y no es una mera excusa―, que, aunque sus novelas nunca me han apasionado (seguí toda su trayectoria hasta El corazón helado), respeto muchísimo su labor de recuperación de la memoria histórica de la guerra civil y el franquismo para un público amplio, una labor divulgativa esencial en este país tan dado a la amnesia.

Quise leer Todo va a mejorar porque me interesa el género de la distopía y tenía curiosidad por ver su planteamiento: su análisis del presente (toda distopía parte de un presente que anuncia ya el futuro distópico) y su «previsión» de adónde nos puede llevar. Y, tras leer la novela, sólo puedo decir que su análisis del presente me ha parecido absolutamente certero (salvo respecto a una cuestión que ya señalaré), pero la previsión distópica me ha parecido un tanto light. Dejaré el final fuera del análisis, puesto que lo escribió Luis García Montero a partir de sus indicaciones y ello explica que resulte un poco precipitado. Aun así, y pese a la sugerente analogía con la lampedusiana «autodisolución» del franquismo, me pareció demasiado «fácil». Por el mismo motivo (es una novela inconclusa), no haré una valoración literaria, sino solamente ideológica.

🟣 El presente (que se adivina entre líneas):

🌐 La dictadura:

En el futuro no tan lejano (todos los personajes recuerdan la «Gran Pandemia» de 2020) en que se desarrolla la novela España vive bajo una dictadura «populista» («no […] inspirad[a] por ninguna ideología, ni de izquierdas, ni de derechas, ni de centro» [pág. 90]) que impone su poder a través del miedo a la enfermedad, la eliminación de la libertad de expresión, incluida la desaparición de Internet, y, por supuesto, la represión. El nuevo régimen es obra de una sola persona, Juan Francisco Martínez Sarmiento, autoproclamado el Gran Capitán, quien lo planificó y montó minuciosamente durante años, con la ayuda de otra única persona, Megan García, y quien permanecerá siempre en la sombra. En esta empresa, cuenta ―valga la redundancia― con la inestimable ayuda del empresariado del país, pues lo que se propone es algo tan insólito (léase con ironía) como conseguir que el empresariado se enriquezca cada vez más:

En su opinión, un sistema estable que facilitara la alternancia en el poder y cultivara la fantasía de la efectiva soberanía popular propiciaba la mejor coyuntura posible para ganar dinero.

Almudena Grandes, Todo va a mejorar. Barcelona: Tusquets, 2022. pág. 15.

Que es exactamente lo que tenemos hoy. Mi única objeción a este planteamiento es que todo ese (no tan) nuevo régimen haya sido puesto en marcha por una sola persona, pues me suena sospechosamente a las teorías conspiranoicas que achacan todos los males del mundo (presentes y por venir) a personajes (individuales) como George Soros o Bill Gates.

🌐 Desinformación y pérdida de la libertad de expresión:

Antes de lo que en la novela se denomina el Gran Apagón y que supone la desaparición de Internet para el grueso de la población, pero cuando el partido del Gran Capitán ya está en el poder, la situación es descrita así:

Esa consigna [«libertad ilimitada para elegir»] había multiplicado las cadenas en una proporción inaudita, casi cincuenta canales nuevos que emitían en abierto, locutores distintos, logotipos distintos, telediarios distintos y exactamente la misma información en todos ellos.

(pág. 41)

Que es casi exactamente lo que tenemos hoy. El casi es el siguiente: no es «la misma información en todos», sino «una de las dos mismas informaciones en todos». Es decir, tenemos un sistema binario perfecto: las cadenas/emisoras/periódicos que se autoproclaman «progresistas» o «independientes» parecen escribir desde el gabinete de prensa del actual gobierno (presuntamente) de izquierdas, aplaudiendo cada una de sus leyes y decisiones, mientras que las cadenas/emisoras/periódicos de la «derecha oficial» (oficial porque, en mi opinión, también la [mal] llamada izquierda lo es), critican todo lo que hace dicho gobierno. Pero en ningún caso se cuestiona el sistema socioeconómico o las estructuras de fondo. Por eso, cuando cambien las tornas, la prensa se comportará exactamente igual, sólo que al revés: quienes aplaudían criticarán y quienes criticaban aplaudirán. En cualquier caso, yo me siento tan desinformada ―y tan amordazada― como los personajes de la novela.

🌐 La literatura:

También clava Grandes el presente en lo referente a la literatura. Cito en extenso porque yo misma habría podido firmar estas palabras, a la vista de las listas de libros más vendidos y de los géneros prevalentes en el ámbito de la autoedición:

Se publicaban, y se vendían, más libros que nunca, pero la ilimitada oferta para elegir en ese sector se circunscribía a tres géneros narrativos, dos poéticos y uno de no ficción. […Por un lado,] una gran variedad de historias de amor que se dividían en dos subgéneros, la inocente novela rosa de toda la vida y la novela romántica con sexo más o menos calenturiento […]. El segundo género existente era la novela histórica situada en pasados remotos […], desde biografías noveladas de personajes célebres hasta multitudinarias sagas familiares […]. El tercer género disponible […] era la novela negra, policías, detectives, psicópatas, asesinos y algún espía.

(pág. 222)

Por su parte, la poesía incluye dos categorías, poesía amorosa/erótica y poesía (muy vagamente) antisistema, y en no ficción pervive un único género, que no es difícil de adivinar: los manuales de autoayuda.

🌐 Pasividad de la población:

Y, frente a todo eso, el grueso de la población se mantiene complaciente, indiferente, pasivo, exactamente como ocurre ahora. Y concuerdo absolutamente con uno de los personajes de la novela, que «se había preguntado muchas veces por qué no reaccionaba la gente, por qué no había protestas ni manifestaciones» (pág. 270). Debo matizar que en nuestra sociedad actual sí hay un colectivo que se manifiesta constantemente, el movimiento feminista, pero de nada sirve porque no nos (me incluyo aunque, por mis limitaciones físicas, no pueda acudir a manifestaciones) escuchan. Pero, en lo referente al régimen imperante, incluida la espiral inflacionista en la que estamos sumidas desde hace un año, todo es silencio. Y yo me siento tan sola como los personajes disidentes de la novela hasta que van descubriendo que hay más personas como ellas.

🌐 Control mediante el miedo a la enfermedad:

Ésta es la gran objeción que me suscita el análisis del presente de Grandes. Los eslóganes del partido (único) en el poder son, parafraseando las tríadas del régimen de 1984 de George Orwell: «LA SEGURIDAD ES SALUD, […] LA SALUD ES VIDA, LA VIDA ES SEGURIDAD» (pág. 105). Y es que, tras la Gran Pandemia de 2020, el nuevo régimen se ha inventado tres más, con sus respectivos confinamientos y «nuevas normalidades», y sus vacunas, que son meros placebos. Y, aunque la novela no plantea en ningún momento que la pandemia «original» fuera mentira, la descripción del proyecto maquiavélico de las siguientes se acerca mucho ―demasiado― a las teorías negacionistas respecto al covid y la explicación del proyecto recuerda mucho demasiado― a lo que chillaba cierto partido con nombre de diccionario durante el confinamiento:

El coronavirus nos ha enseñado que es muy fácil confinar a la población de un país entero. Conseguir que sus ciudadanos renuncien voluntariamente a los derechos y las libertades que sus antepasados conquistaron con sangre en una lucha que duró siglos.

(pág. 33)

Por otra parte, la gestión gubernamental de la pandemia que (realmente) sufrimos (y todavía no termina) es radicalmente opuesta a las del futuro distópico: en éstas se exagera el peligro (que, además, es inexistente), se encierra a la población (salvo a las clases privilegiadas) durante meses y se obliga a todo el mundo (salvo a dichas clases) a vacunarse con placebos (¡sólo faltó ponerle un chis a la vacuna para sonar como Miguel Bosé!), mientras que en la real lo que se exageró fue la falta de peligro, tras el confinamiento inicial hubo una negativa total a nuevos confinamientos (incluso cuando había 300.000 nuevos contagios diarios) y no sólo no se obligó a nadie a vacunarse, sino que de entrada se ofreció la vacuna a las clases y los gremios privilegiados y se nos denegó a quienes, por ser personas de riesgo, la necesitábamos con más urgencia.

🌐 ¿Y en resumen?

Tengo la impresión de que, pese a haber diagnosticado tan certeramente nuestro triste presente, Grandes intenta hacer ciertas concesiones a la ideología imperante, por lo que incurre en varias contradicciones. Así, por una parte reconoce que:

Votar cada cierto tiempo no te hace libre cuando tienes que regresar a casa de tus padres sin trabajo y con treinta años, abandonada e impotente, porque te falta el dinero para pagar el alquiler de un piso.

(pág. 476)

Mientras que, por la otra, se hace eco de esa manida (y vacua) opinión según la cual la «democracia» (tal como la conocemos) es el menos malo de los regímenes posibles:

[…] los antiguos partidos políticos de la democracia pudieron llegar a ser insufribles, lentos, llenos de lastres y recovecos, de promesas no cumplidas, pero nunca hubieran alcanzado la temible irresponsabilidad y las crueldades del Movimiento Ciudadano.

(pág. 472)

🟣 Distopía light:

¿Y por qué dije al principio que el régimen que describe Grandes es una distopía light? En parte, como ya señalé, porque muchas de sus características se encuentran ya en germen en nuestra sociedad presente y el nuevo régimen no hace sino llevarlas al extremo. Pero no es el único motivo.

🌐 Sistema político-económico-social:

Al tratarse de una dictadura, hay, naturalmente, represión, pero ésta no se acerca ni de lejos a las de las dictaduras reales que en el mundo han sido… y siguen siendo. Se nos cuentan varios asesinatos de personas disidentes y la persecución de otras, pero en ningún momento se mencionan cárceles, ni campos de concentración, ni personas desaparecidas. En cuanto al sistema económico, no hay paro y todo el mundo parece disfrutar de empleos bien remunerados y vacaciones pagadas (eso sí, forzosas). Tampoco hay grandes desigualdades sociales: las élites viven en urbanizaciones exclusivas (como ahora), pero, más que el dinero, lo que las distingue son los privilegios de vivir sin miedo a los sucesivos virus (saben que son falsos) y con la libertad para respirar aire puro. Pero, aunque se alude a la explotación que sufren las mujeres migrantes que trabajan como empleadas de hogar, no vemos pobreza, ni desahucios, ni personas sin techo. En ese sentido, al menos para la inmensa mayoría de la población que formamos la clase trabajadora, la idea de empleos bien remunerados de por vida (de los que ahora sólo posee el funcionariado) suena más utópica que distópica.

🌐 La situación de las mujeres:

En realidad, no se habla de nosotras. Aparecen varios personajes femeninos con protagonismo y bien dibujados (independientes, fuertes, inteligentes), pero no se habla del papel de las mujeres en esa sociedad. Se insinúa en más de una ocasión que escasean en los puestos de poder o en «trabajos» como el de hacker, y se menciona una agresiva política natalista, pero, por lo demás, no parece haber violencia machista, ni violaciones, ni prostitución (ni tampoco un «borrado» como el que estamos sufriendo mientras escribo). Al contrario: casi todas las relaciones de pareja (todas, por cierto, heterosexuales) que se presentan son felices y las pocas que «fracasan» lo hacen por infidelidades o por distanciamiento ideológico. Entiendo que una sola novela no puede abordar todos los temas, pero, puesto que lo que se presenta es un modelo de sociedad futura, habría sido importante tocarlo aunque fuera someramente.

🟣 Dos objeciones más:

🌐 Lenguaje sexista: En dos ocasiones ―sí, dos, lo cual no permite atribuirlo a un «despiste»― habla de mujeres que ejercen la medicina como médicos (págs. 161 y 189), algo demasiado arraigado aún entre el propio gremio (ciertas profesionales piensan que usar el masculino les otorga más prestigio), pero que incluso la rancia RAE considera incorrecto: las mujeres que ejercen la medicina son médicas, punto.

🌐 Descripción peyorativa de las mujeres migrantes: Aunque una de ellas, Yénifer, tiene un papel importante ―y positivo― en la novela, la descripción de las migrantes que trabajan en una de las urbanizaciones de la élite es cuando menos caricaturesca. Valga la siguiente cita como ejemplo:

Yénifer, Dayana, Peguisú, Eipril, hondureñas, dominicanas, colombianas que escribían sus nombres como los pronunciaban, que hablaban como en las letras de los reguetones, que se reían mucho, y muy alto, cuando se juntaban en el parque los jueves por la tarde.

(pág. 122)

Pese al final esperanzador de la novela, y dadas las similitudes con la España actual, yo no puedo sino suscribir el lema del grupo resistente El Monte: «Nada va a mejorar porque todo es mentira». Así me siento hoy, a finales de diciembre de 2022, sin que haya cambiado el sistema de gobierno ni se haya extinguido Internet.

Publicado por jcruzf

Doctora en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), especializada en literatura y cine de mujeres. Es autora del libro "Marginalidad y subversión: Emeterio Gutiérrez Albelo y la vanguardia canaria", y numerosos artículos académicos de crítica literaria, cinematográfica y cultural, así como de las novelas "Gajos de naranjas" y "Todas las islas la Isla", y coeditora, junto con Barbara Zecchi, del volumen "La mujer en la España actual: ¿Evolución o involución?" Ha sido profesora en diversas universidades estadounidenses, la última New York University – Madrid (2005-2015), y entre 2006 y 2011 impartió el curso anual “Género, cine y sociedad” en la Universidad Complutense de Madrid. También ha traducido varios libros para la colección “Feminismos” de Cátedra.

5 comentarios sobre “«Todo va a mejorar»: La extraña distopía de Almudena Grandes

  1. Querida Jacqueline, por fin leí la novela. Precisamente porque no ha colmado casi ninguna de mis expectativas y dado que la escritora ya está fallecida, no me siento con ánimo de escribir la reseña que me pediría el cuerpo, por eso voy a limitarme a comentar la tuya, con la que estoy sustancialmente de acuerdo. Es cierto, la realidad que vivimos ya es de por sí distópica, por lo que Almudena Grandes solo tuvo que cargar las tintas para llevarnos a esa España ideada por el Gran Capitán que nos resulta tan fácil de imaginar.
    En cuanto a lo que comentas del lenguaje sexista, además de la objeción tú haces, escribir «médicos» en lugar de «médicas» al referirse a mujeres, yo haría otra que casi me ha dolido más y es la asimetría de trato que da a los personajes en función del sexo al que pertenecen. Los hombres (que todos tienen nombre y dos apellidos), son descritos en función de sus cualidades y pocas veces entra en el aspecto físico, salvo que sea necesario para la trama, mientras las mujeres muchas veces son nombradas con nombre y un solo apellido o veces solo con un diminutivo, como ocurre con Cuca, la mujer del Gran Capitán, que es un personaje sumamente anodino e innecesario para el desarrollo, que está puesta allí solo para decorar la vida de su marido. Otras son descritas basándose en su atractivo físico (o carencia del mismo), edad (de merecer o no, etc). Otro punto que me llama poderosamente la atención (para mal) es la idealización del sexo en los hospitales, del cual presenta algunas escenas a lo «Anatomía de Gray». Como conocedora de este ambiente, no en vano me he pasado casi más tiempo en ellos que en mi casa (41 años ejerciendo la medicina), puedo asegurar que es una falsedad y más todavía durante la pandemia, en que las condiciones de trabajo eran sumamente hostiles y extenuantes.
    También estoy de acuerdo en que el harakiri que se hace el régimen del Gran Capitán no resulta muy verosímil y todo lo que se insinúa acerca de la (no) existencia de las diferentes pandemias me parece peligroso, porque da pábulo a todas las teorías negacionistas.
    Ya, entrando en lo puramente literario, sin dejar de reconocer que Almudena Grandes es una narradora con mucho oficio, hay cosas de su estilo que no me gustan y me voy a referir a dos en concreto:
    1) El incesante desfile de personajes secundarios que no cesa hasta casi acabada la novela, muchos de los cuales no son necesarios para el desarrollo y que despistan, más que ayudan, a seguirla.
    2) Las interminables, enfáticas, reiterativas y exasperantes enumeraciones (no importa de qué este hablando) que se suceden a lo largo del libro (y también de algún otro suyo, paro creo que más en este) que me aburren sobreramente y me sacaban de la trama.
    En definitiva y para no extenderme más, creo que esta última novela de Almudena Grandes, aun mereciendo la pena su lectura, es una obra que queda muy lejos de ser redonda.

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    1. Muchísimas gracias, querida Avelina, por tu atenta lectura de mi reseña y, sobre todo, por complementarla con la (excelente) tuya propia, que menciona aspectos que a mí se me pasaron por alto o, si los percibí en su momento, los he olvidado ya (como me suele ocurrir con las novelas que no me impactan positivamente).
      Pero no… Lo cierto es que no me fijé tanto como tú en la descripción y el desarrollo de los personajes individuales, tal vez porque, como bien señalas, son absolutamente excesivos… En la reseña dije que los personajes femeninos están «bien dibujados», pero, puesto que apenas tres meses después no recuerdo a ninguno, me parece más certera tu valoración de ellos como superficiales y/o descritos de manera estereotípica.
      En realidad, y aunque aquí no quise incidir en ello, Almudena Grandes nunca se ha caracterizado por su feminismo. Allá por 2004, Barbara Zecchi y yo escribimos a cuatro manos un artículo en el que yo analizaba minuciosamente el machismo implícito en su novela «Atlas de geografía humana» y ella hacía lo propio con el de «Las edades de Lulú»… y donde establecíamos concomitancias con el cine de Almódovar.
      Abrazos feministas.

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